Después de que Srila Prabhupada nos dejó el 14 de noviembre de 1977, encontré una sección en el Srimad-Bhagavatam, canto cuarto, capítulo veintiocho, en el que trata explícitamente sobre la desaparición del maestro espiritual y cómo el discípulo ha de servirle —incluso en la separación—. El siguiente párrafo resume la esencia de sus instrucciones:
“[E]l discípulo y el maestro espiritual nunca se separan, porque cuando el discípulo sigue estrictamente las instrucciones del maestro espiritual, él siempre le acompaña. Esa relación se denomina vani (palabras). La presencia física se denomina vapuh. Mientras el maestro espiritual está físicamente presente, el discípulo debe ofrecer servicio a su cuerpo físico, y cuando la existencia física del maestro espiritual llega a su fin, el discípulo debe ofrecer servicio a sus instrucciones” (Srimad-Bhagavatam 4.28.47, significado).
La instrucción: “Mientras el maestro espiritual está físicamente presente, el discípulo debe ofrecer servicio a su cuerpo físico, y cuando la existencia física del maestro espiritual llega a su fin, el discípulo debe ofrecer servicio a sus instrucciones”, puede parecer sencilla, pero como casi todas las instrucciones de Srila Prabhupada, para seguirla correctamente se requiere una realización, entrega y fe profundas.
Por ejemplo, puede que deseemos prestar servicio personal al maestro espiritual, pero puede que también tengamos miedo: que podríamos decepcionarlo, que podríamos fracasar, que podría reprendernos, incluso que podría rechazarnos o desterrarnos. Por ello puede que los discípulos eviten el servicio directo y personal. Debemos tener fe en que todo lo que hace el maestro espiritual será beneficioso, purificante y edificante para nosotros, sea o no agradable para nuestra mente y nuestros sentidos.
En ocasiones experimenté la reprimenda de Srila Prabhupada, y algunas veces mi mente y sentidos se rebelaban, pero él me apaciguaba con sus claras explicaciones, como en esta carta dirigida a mí:
“Es el deber del maestro espiritual el encontrar faltas en sus alumnos para que puedan avanzar, no es que él siempre debería estar alabándolos. Así que si encuentras algún criticismo, acéptalo amablemente en ese espíritu. Sólo tengo interés en que tú, junto con el resto de mis alumnos, seáis conscientes de Krsna” (24 de mayo, 1972).
Una persona que exhibió un estándar de servicio a Srila Prabhupada extraordinariamente elevado, tanto a su forma vapuh como su forma vani, fue nuestra hermana espiritual Yamuna-devi Dasi. Dos de los principales servicios personales de Yamuna-devi a Srila Prabhupada eran cocinar y limpiar. Ella era sumamente experta en ambos, y sin embargo, cuando Srila Prabhupada la corregía, ella lo aceptaba sin reservas.
Vapuh: Limpiar
Alrededor de la época del primer pandal en Bombay, cuando estábamos alojados en Akash Ganga, un edificio de apartamentos en un área residencial en el centro de Bombay, Yamuna-devi se quedaba para limpiar. Limpiaba el lugar entero, durante horas, y mientras lo limpiaba, cantaba con un humor muy extático. Ella ponía todo su corazón en ello.
Posteriormente, en abril de 2007, en una ocasión en que ella me visitó en mi ashram en Carpintería, California, le pregunté acerca del tema, y me dijo que Srila Prabhupada había puesto mayor énfasis en el bhagavata-marga porque quería que sus libros se publicaran, de manera que existieran para el futuro, y para que los ingresos de las ventas apoyaran la expansión de la misión. Así que él no tuvo mucho tiempo para entrenar personalmente a los discípulos en pancaratriki-vidhi; pero sí la entrenó a ella. Contó que Srila Prabhupada enseñaba a cada uno de sus sirvientes acerca de la importancia y los estándares de limpieza según la capacidad de comprensión del sirviente. Y la había entrenado muy estrictamente; por ejemplo, a menudo tuvo que limpiar su olla de cuatro pisos y si él encontraba una mancha negra por debajo de las ollas, realmente la reprendía, o a quien había hecho la limpieza: “Esto no es vaisnava, esto es musulmán. Un vaisnava jamás dejaría una mancha negra en una olla de la cocina”. Las ollas de Prabhupada siempre brillaban como el oro.
Basándose en las instrucciones de Srila Prabhupada, Yamuna desarrolló un sistema para limpiar las habitaciones de Srila Prabhupada en Vrindavan: un elaborado procedimiento de cinco pasos, en el que hacía la limpieza de abajo hacia arriba y de arriba hacia abajo. Primero ella recogía el polvo del suelo, después limpiaba las paredes hacia arriba, quitando el polvo hasta donde podía alcanzar, y luego volvía al suelo, limpiándolo todo tan perfectamente como podía. Prabhupada notaba si no hacía algo bien, y se lo decía. Y mantener las habitaciones limpias en Vrindavan era muy difícil; con las partículas de arena de Ramana-reti y toda la zona en construcción, siempre había polvo y corrosión por todas partes.
Una mañana, cuando Srila Prabhupada regresó de su caminata, después de que Yamuna había seguido su procedimiento de los cinco pasos y todo estaba lo más limpio posible, Prabhupada le dijo: “Por favor Yamuna, limpia mi habitación, ¿acaso no te enseñado a limpar?”.
“No, Srila Prabhupada”, le respondió ella, queriendo decir que todavía no había aprendido. “¿Cómo puedo mejorar mi limpieza?”.
Él no dijo nada. En su escritorio había una foto de Srila Bhaktisiddhanta Sarasvati, la funda de sus gafas, su tilak, bolígrafos, un florero y una grapadora. Srila Prabhupada cogió la grapadora, que era de unos seis centímetros, la sacó de su funda de plástico, levantó el contenedor de las grapas, y, con su dedo meñique, recorrió el fino carril metálico entre el muelle y la bisagra de la grapadora, y… había polvo. “¿Cuándo aprenderás a limpiar?”, le preguntó.
Yamuna-devi me dijo que si Srila Prabhupada hubiera tenido suficiente tiempo, habría entrenado a todos sus discípulos en ambos procedimientos, pancaratriki-vidhi y bhagavata-vidhi, pero debido a que estaba más centrado en bhagavad-vidhi, el entrenó en ambos procedimientos casi exclusivamente a sus discípulos encargados de dirigir y a sus sirvientes personales, ya fueran hombres o mujeres. Srila Prabhupada conocía la conciencia de sus discípulos —conocía su capacidad de absorber sus instrucciones—, y les entrenaba según correspondía.
Más de treinta años después, ella me dijo: “Honestamente puedo decir que limpio con júbilo. En nuestro ashram [en Saranagati, Canadá], nosotras algunas veces limpiamos y cantamos durante muchas horas. Nuestro lugar es muy primitivo, las paredes y el suelo son de barro, pero nos gusta mucho limpiar. Disfrutamos de limpiar para Srila Prabhupada y las Deidades”.
Vapuh: Cocinar
Tal como la limpieza, cocinar también es parte de la adoración a la Deidad, y Yamuna-devi era de lo más experta. En una ocasión en que Srila Prabhupada estaba llegando a Vrindavan, ella acudió a ver a unos vraja-vasis y les preguntó: “¿Cuál es la mejor forma de hacer rotis vraja-vasis?”. Los vraja-vasis le dijeron: “Tienes que conseguir trigo rojo de Punjab; lo tienes que moler por la mañana y después cocinarlo con leña de nima”.
Cuando Prabhupada llegó, ella no le dijo ni una palabra, pero había conseguido ese trigo rojo de Punjab, lo había molido por la mañana y había cocinado los chapatis con leña de nima. Cuando fue a servirle la comida a Prabhupada y puso un chapati caliente en su plato, él tomó un bocado y dijo: “Esto es de trigo rojo de Punjab, lo has molido esta mañana y lo cocinaste con leña de nima”. Ella no le había dicho ni una sola palabra, pero él lo sabía. Y aun así, él tuvo una sugerencia para mejorar. “Sólo una cosa”, le dijo. “Si los cocinas uno o dos segundos más, serán perfectos”.
Eso fue en el templo de Radha-Damodara en 1972. Y Yamuna además relató otra anécdota, que sucedió en Ramana-reti en 1973:
“Una vez, cuando Srila Prabhupada llegó —creo que fue la primera vez que me encontré con Satsvarupa dasa Goswami—, él era el sirviente de Prabhupada, y yo estaba cocinando de nuevo en esa clase de fogón hecho con un cubo, en el suelo —no había cocina—. Yo estaba preparando el prasada de Prabhupada, y como tal vez sepáis, cuando se cocina en un fogón hecho con cubo y tienes un poquito de carbón duro, un poquito de carbón blando y un poquito de excremento seco de vaca, resulta un poco difícil regular el fuego. Se necesita una cierta temperatura, y no tienes una llave para girar y subir o bajar la temperatura. Entonces, según sea el grosor de la olla, puedes saber la intensidad que necesitas. Además tienes lo que se llama thawa, que es una plancha cóncava de hierro, y para hacer chapatis tienes que mantenerla sobre el fogón, luego la levantas y depositas el chapati sobre las llamas. Y así, hice chapatis para el almuerzo de Prabhupada.
“Satsvarupa Maharaja quería llevarle el almuerzo, pensando que probablemente yo no debería hacerlo. Así que llevó el plato, volvió a la cocina y dijo: “Prabhupada quiere que te enseñe a hacer chapatis”. A lo que le contesté: “Oh Maharaja, le agradecería mucho que lo hiciera. Por favor, me encantaría aprender a hacer chapatis”.
“Entonces me levanté y él empezó a lavarse las manos. Cuando se sentó y se puso a extender un chapati, la thawa estaba muy caliente. Él extendió un chapati que parecía un pulpo. Cuando extiendes un chapati, hay que espolvorear harina donde se extienden, y si extiendes el chapati en demasiada harina, lo que estás haciendo es añadir harina a la superficie de este pan plano y entonces, aunque intentes quitarla dándole palmadas para retirarla, queda una costra de harina en el chapati. Así que hay que usar la mínima cantidad de harina para extender las bolas, y luego darles palmadas para quitarles la que sobra.
“El pulpo de Maharaja estaba cubierto de harina y la thawa estaba muy caliente. Cuando lo colocó en ella le pregunté: ‘Maharaja, ¿qué se supone que yo debería ver?’.
“A lo que me contestó: ‘Tienes que esperar hasta que salgan burbujas en la superficie’.
“En cuanto el chapati tocó la plancha, las burbujas se formaron enseguida. El giró el chapati, y habían pequeños agujeros quemados; por lo que de ninguna manera iba a inflarse”.
“Así que lo puso en la llama, aparecieron pequeñas burbujas por diferentes lugares, y se lo llevó a Prabhupada. Cuando regresó me dijo: ‘Prabhupada ha dicho: “Esto es excelente”’.
“Así es cómo Prabhupada me enseñó. Nunca me enseñó con una vara, aunque, sin embargo, habían tundas; tundas en mi cabeza”.
Vapuh: Servicio sin expectativas ni demandas
El servicio personal debe ofrecerse sin expectativas ni demandas de reciprocidad externa —de recibir atención o expresiones de aprobación o afecto—. Cuando Yamuna-devi estaba recibiendo tratamiento en el Hospital Bhaktivedanta cerca del final de su vida, animé a algunos de mis discípulos a aprovechar la oportunidad de servirle, y le pedí que los guiara e instruyera como considerara conveniente. El siguiente es un intercambio por escrito que tuvo con una de mis discípulas, del cual ella me envió una copia. La discípula escribió:
“Quisiera volver a confirmar con usted mi visita de mañana, si sería conveniente que llegara alrededor del mediodía. No quisiera molestarla, así que dígame exactamente a qué hora podría ser. Una de mis queridas hermanas espirituales anhela conocerla. ¿Podría ir conmigo, si no es molestia?”. Yamuna-devi respondió:
“Desafortunadamente, estar en el hospital significa padecer molestias con medicamentos para aliviar mi condición. Desde hace tres días me han puesto bajo nuevos diuréticos y no estoy para visitas en absoluto… Muchas personas desean visitarme, pero no es posible.
“Cuando vengas tendrás que ser como la cocinera que fui para Srila Prabhupada: traer el prasada para respetar, e irte sin que se te diga nada. Esa era la norma, a menos que él me instruyera cómo hacer un ajuste en la cocina, o a menos que él hiciera un comentario ocasional.
“Giriraj Swami me pidió que te instruyera, así que te lo estoy transmitiendo. Es un aspecto secundario del humor clásico de la relación maestro-sirviente —servir en silencio a menos que te hablen—. Aunque nunca adopté un humor de maestro contigo, ésta es una rica rasa para explorar en diferentes niveles.
“Si continúas trayendo alimentos horneados una o dos veces más, al menos tendrás acceso a experimentar la cima de la riqueza de esta clase de servicio. Es similar a lo que hacemos cuando ofrecemos bhoga en el altar: orar, cocinar en un humor meditativo, entregar, ofrecer y salir —bas—.
“Creo que eres suficientemente sincera y madura para hacerlo. Es lo que se esperaba de los cocineros de Srila Prabhupada; de hecho, era un requisito para cocinar para él. Espero que te lleve a un nuevo nivel de servicio, algo que puedas utilizar en el servicio a tu propio guru maharaja”.
Vani
Cuando Srila Prabhupada estuvo en Allahabad para el Ardha-kumbha-mela en diciembre de 1970 y enero de 1971, Yamuna-devi y yo estuvimos allí con él. Srila Prabhupada habló acerca de la historia de Ajamila y del Santo Nombre, del sexto canto del Srimad-Bhagavatam. En ese entonces, sólo se habían traducido y publicado los dos primeros cantos, así que Prabhupada leyó de su Bhagavatam en sánscrito con comentarios, a veces traduciendo de los comentarios de Sridhara Swami, y ocasionalmente de los de Jiva Goswami. Mientras estábamos allí, escuché que Srila Prabhupada había dicho que él estaba hablando para Yamuna.
En Abril de 2007, cuando Yamuna me visitó en Carpintería, le pregunté acerca de esto. Lo que me dijo, dejó una impresión indeleble en mi corazón. Según explicó, ella siempre había pensado que tenía tanto derecho como cualquiera, a caminar o sentarse cerca de Srila Prabhupada. Y generalmente, cuando él hablaba ella se sentaba frente al vyasasana, a sus pies. Ella nunca había considerado que los hombres debían caminar o sentarse más cerca de Prabhupada y las mujeres más lejos. Al comienzo el movimiento había sido así —como una familia—.
Sin embargo, en Allahabad uno de los sannyasis le explicó a Yamuna que en la India las mujeres se sentaban aparte, y que ella también debería hacerlo. Así que durante la clase de la mañana siguiente se sentó a cierta distancia de Srila Prabhupada. Más tarde esa mañana, Prabhupada notó que ella estaba cruzando por delante de su tienda, y la llamó: “Yamuna, ven aquí”. Ella entró y le ofreció reverencias, y antes de que se levantara le dijo: “¿Así que ya no quieres escuchar?”. Yamuna rompió a llorar, pues Prabhupada —escucharle— era su vida. “¿En dónde estabas esta mañana?”, le preguntó. Yamuna le dijo exactamente lo que había sucedido; Prabhupada se quedó en silencio.
Tal como me contó, ese fue un momento crucial en su vida, que cambió toda su orientación en la conciencia de Krsna. De pronto comprendió que ella no siempre tendría la compañía de Prabhupada. Desde 1967, cuando Srila Prabhupada se hubo recuperado de un infarto, ella nunca había podido concebir el estar separada de él. Los devotos se sentían muy dependientes de él para cualquier cosa; les resultaba inconcebible el hecho de que un día dejaría de estar con ellos. Yamuna-devi me dijo que todo discípulo debe llegar a la comprensión personal de que llegará el momento en el que el maestro espiritual dejará de estar presente. Y para ella, ese momento se presentó en Allahabad, después de haber hablado con el sannyasi y luego con Srila Prabhupada.
Sentada en la tienda de Prabhupada, Yamuna le preguntó: “¿Cuánto tiempo pasó usted en realidad con su guru maharaja?”.
“Muy pocas ocasiones”, le contestó. “Tal vez cinco o seis, pero fueron muy íntimas. Solíamos caminar y hablar de muchas cosas”. Entonces le dijo: “Aquellos que piensan que la asociación con el maestro espiritual es algo físico, no son mejores que un mosquito sentado en el regazo de un rey. ¿Cuál es la ocupación de un mosquito? Simplemente succionar sangre. Muchos de mis hermanos espirituales fueron grandes, grandes sannyasis, eso pensaban, pero simplemente succionaban sangre”.
Yamuna tomó las palabras de Srila Prabhupada como una confirmación. Ella entonces entendió que necesitaba ir a otro sitio, para poder explorar su relación con él y su servicio a él en un espíritu de separación. Ella empezó a considerar el tema de vani (palabras, instrucciones) y vapuh (cuerpo, forma) y así obtuvo cada vez más entendimiento del tema. Tal como me dijo, es algo “ilimitadamente profundo. Puedes escuchar acerca de estos términos superficialmente, pero vani significa estar de nuevo en la presencia de Prabhupada” —puedes estar en su presencia en la separación, tanto como lo estabas en su asociación física—. “Así que fue un momento crucial para mí el comprender que Prabhupada iba dejar a este planeta: ‘El es un anciano, tendrá que partir, y yo tengo que prepararme’”. Ella entendió que desde ese mismo momento tenía que empezar a prepararse mentalmente —tenía que encontrar una forma de continuar en conciencia de Krsna que no estuviera basada en la asociación personal de Srila Prabhupada—.
“Así que ésa fue la historia acerca de escuchar”, continuó contándome Yamuna-devi. “Prabhupada dijo: ‘Yo estoy hablando tanto, porque tienes tantas ganas de escuchar’. Él conocía ese anhelo; yo nunca se lo expresé, pero él lo sabía”. Algo que Yamuna dijo en repetidas ocasiones es que Srila Prabhupada era completamente consciente de cada uno de sus discípulos, en todos los sentidos —tanto en lo referente a su conciencia interna, así como también en lo relacionado con las manifestaciones externas de su servicio—.
Vani y vapuh se convirtieron en un tema vital en la vida de Yamuna-devi: cómo mantener la conexión con Srila Prabhupada por medio de vani al mismo nivel, incluso con la misma intensidad, que en su presencia física, incluso cercana y personal. Ella estaba convencida de que era posible, y organizó su vida de manera tal, que pudiera recibir siempre su guía y misericordia —para estar siempre en su asociación—.
Conclusión
Para concluir, citaré parte de una carta que Yamuna me escribió hace unos años, que me ha proporcionado consuelo y guía en la separación:
“Recuerdo cuando Dina y yo te visitamos en tu casa de Vrindavan. Te hicimos una pregunta, y te tomó tres horas para contestarla: ‘¿De qué manera ha cambiado tu relación con Srila Prabhupada desde su partida?’. La partida de nuestros seres queridos nos ayudan a cambiar, a profundizar. Esto es algo que sin duda ocurrirá”.
Hare Krsna.
Vuestro sirviente,
Giriraj Swami