Hoy día, Moksada Ekadasi, es el día del advenimiento de la Bhagavad-gita, cuando Krishna habló la Gita a Arjuna, y en honor a la ocasión, presento una charla sobre yoga y la Gita. —Giriraj Swami
La Bhagavad-gita fue hablada hace aproximadamente cinco mil años por el Señor Krishna, a quien las autoridades védicas aceptan como la Suprema Personalidad de Dios. Cuando Krishna habla, no lo hace en prosa común; Él habla en poesía y con cadencia. Por lo que Sus palabras se han registrado como la Bhagavad-gita: “la canción de Dios”.
Dios es una persona, tal y como nosotros somos personas, pero con la diferencia de que Él no es un alma condicionada. Él es una persona, pero no está limitado como nosotros. La Biblia dice: “Dios creó al hombre a Su propia imagen”. Incluso lógicamente, cualesquiera que sean las facultades y cualidades que tenemos, Dios también las tiene —y mucho más—. Tenemos la facultad de pensar, de sentir, de percibir, de hablar y de actuar; y Dios tiene estas mismas facultades. El Vedanta-sutra dice janmady asya yatah: la Verdad Absoluta es Aquel de quien todo emana. Todo lo que existe en la creación de Dios también existe en Dios, el Creador. Así que Dios tiene las mismas facultades que nosotros tenemos, pero en Él existen a la perfección. Él piensa, pero Su pensamiento es perfecto; Él habla, y Su habla es perfecta; Él actúa, y Sus acciones son perfectas. Todo en Él es perfecto. Y la Bhagavad-gita es el registro de las palabras habladas por Dios, o Su canción.
Como almas condicionadas, tendemos a pensar en la individualidad como un estado condicionado. Al escuchar que Dios es una persona, la gente suele decir: “¿Cómo puedes decir que Dios es una persona? Estás limitando a Dios. Si le das a Dios una forma. . .”. Por supuesto que nosotros no le damos una forma a Dios, pero dicen: “Si le das una forma a Dios, limitas a Dios”. Y cuando vemos las cosas desde la perspectiva material, desde el estado condicionado, eso tiene sentido. Pero cuando vemos las cosas de esa manera, en realidad estamos aplicando nuestra experiencia limitada en el mundo material y ampliándola con el razonamiento material para llegar a una conclusión falsa: si tenemos forma y somos limitados, entonces, si Dios tiene forma Él debe también ser limitado.
De hecho, Dios se encuentra más allá de la dualidad material. No podemos entender lo que Dios es por suponer que Él debe ser lo opuesto a nosotros. Tenemos forma y somos limitados —si estoy aquí en Imperial Beach no puedo estar al mismo tiempo en otro lugar—, pero Dios tiene forma y es ilimitado. Dios está aquí y también en Nueva York, Él también está en Nairobi y en Shanghai. Él está en esta sala, en la habitación de al lado, en la pared, en el techo —Él está dentro de cada átomo, y en los espacios entre los átomos—. Él tiene forma, pero Su forma no es como la nuestra; no es material, no es limitada. Su forma es espiritual e ilimitada.
Estamos condicionados; dentro del cuerpo de todo ser condicionado se encuentra un alma espiritual, y lo que da vida al cuerpo es la presencia del alma. El cuerpo es sólo un vehículo, como un automóvil; y el alma es el conductor, la persona dentro del vehículo que lo hace funcionar. Cuando el conductor sale del auto, éste no puede funcionar. Del mismo modo, cuando el alma abandona el cuerpo, el cuerpo ya no puede actuar. Nosotros, los seres vivientes, somos el alma espiritual; residimos en el cuerpo y lo utilizamos, pero somos distintos de éste.
La Bhagavad-gita explica que Dios tiene dos energías principales: la energía material y la energía espiritual. El alma está compuesta de energía espiritual, y el cuerpo y todos los elementos materiales están compuestos de energía material. Los sólidos, líquidos y gases están formados de energía material. La energía material es materia muerta, inerte, mientras que el alma, la energía espiritual, está viva y es consciente.
En nuestro caso hay una distinción entre el cuerpo físico y el alma espiritual que lo anima. Pero en el caso de Krishna, o Dios, Su cuerpo es completamente espiritual. En Dios no existe la dualidad; Él es completamente espiritual, y por lo tanto Su forma es espiritual e ilimitada. Como almas espirituales, somos pequeños fragmentos de Dios, del Alma Suprema. En la Bhagavad-gita el Señor Krishna dice: mamaivamso jiva-loke jiva-bhutah sanatanah: “Las entidades vivientes de este mundo condicionado son Mis partes fragmentarias eternas” (Bg 15.7). Por lo que, como almas individuales, somos partes integrales del Alma Suprema, Krishna, y somos partes fragmentarias eternamente.
Hay una escuela de pensamiento que en cierto modo es material, pero en cierto modo también es espiritual, que dice que en el estado condicionado somos personas individuales, pero que cuando nos liberamos perdemos nuestra identidad individual y nos volvemos uno con Dios. Nuestro maestro, Srila Prabhupada, llama a esta fusión “suicidio espiritual”. La psicología de los impersonalistas, que desean fusionarse y volverse uno con Dios, o con la luz de Dios, se basa en el mismo tipo de pensamiento relativo dualista del que acabamos de hablar. Su lógica es: “Soy una persona individual y estoy sufriendo en el mundo material, así que si quiero liberarme de sufrimiento, tengo que renunciar a mi individualidad”. Pero las almas condicionadas en el mundo material nos encontramos en una condición de enfermedad, olvidándonos de Dios, y sufrimos debido a que estamos enfermos. Cuando somos curados de nuestra enfermedad ya no sufrimos, sino que disfrutamos.
Si a una persona que sufre de alguna enfermedad le decimos: “Estás sufriendo, y tengo una solución para tu sufrimiento: te voy a matar”, la persona dirá: “Esa no es una solución. La solución es curarme, no matarme”. Espiritualmente, los impersonalistas, o mayavadis, dicen: “Estás sufriendo y nosotros tenemos la solución: cometer suicidio espiritual. Basta con fusionarse y volverse uno con Dios, y entonces ya no existirás como una persona individual, de manera que ya no sentirás más dolor”. Pero eso no es una verdadera solución. La verdadera solución es ser curado de la enfermedad, y cuando se está sano se puede disfrutar de la vida. Estamos de acuerdo en que cuando se está enfermo todas las actividades son dolorosas; pero vamos más allá y decimos que cuando se está curado, las mismas actividades que eran dolorosas cuando se está enfermo, olvidadizo de Dios, pueden ser placenteras —en conciencia de Krishna—.
El olvido de Dios tiene como resultado un estado de enfermedad llamado “ilusión” o maya. La cura para esta enfermedad es un procedimiento por el cual podemos recordar a Dios, podemos llegar a ser conscientes de Dios, o conscientes de Krishna: un proceso llamado yoga. El término sánscrito yoga significa literalmente enlazar o conectar. La palabra inglesa yugo, como en el caso de “uncir dos bueyes con el yugo”, se deriva de esta raíz. Así, el proceso de yoga en realidad significa conectarse con Dios.
En el sistema Pantanjali hay ocho etapas de la práctica, denominadas astanga-yoga, que empiezan con yama y niyama. Yama y niyama significan reglas y regulaciones. Nadie puede practicar yoga o hacer avance espiritual, a menos que siga alguna disciplina. Y las disciplinas que seguimos en el bhakti-yoga son comunes a todas las prácticas de yoga. Después de yama y niyama, las prohibiciones y preceptos, viene asana, que se ha popularizado en Occidente y son las asanas o posturas de yoga. Luego viene pranayama, los ejercicios de respiración.
En el yoga, la buena salud no es un fin en sí mismo. Todas estas prácticas físicas tienen por objeto que el yogi medite en Dios por largos períodos de tiempo sin perturbarse ni distraerse. Un yogi competente puede meditar durante horas, aun días, sin perturbarse por dolencias corporales o incluso por las exigencias naturales de comer y dormir. Y la verdadera meta es llegar más lejos, progresar a pratyahara, suprimiendo los sentidos; a dharana, concentrarse en Dios por algún tiempo; a dhyana, profunda y prolongada meditación en Dios; y por último a samadhi, completa y contínua absorción en Dios —la comprensión de Dios—. En samadhi, aunque el yogi se encuentra en el cuerpo, no se identifica con él. Está totalmente absorto en su relación interna con Dios y completamente desapegado de la materia. Ese es el objetivo del yoga, y ese es el propósito para el que hemos nacido como seres humanos —para comprender a Dios y desapegarnos de la materia, para liberarnos del samsara, o los repetidos nacimientos y muertes—.
La etapa de samadhi se describe en la Bhagavad-gita (6.20-23):
yatroparamate cittam niruddham yoga-sevaya
yatra caivatmanatmanam pasyann atmani tusyati
sukham atyantikam yat tad buddhi-grahyam atindriyam
vetti yatra na caivayam sthitas calati tattvatah
yam labdhva caparam labham manyate nadhikam tatah
yasmin sthito na duhkhena gurunapi vicalyate
tam vidyad duhkha-samyoga-viyogam yoga-samjnitam
“En la etapa de la perfección denominada trance, o samadhi, la mente de uno se abstiene por completo de las actividades mentales materiales, mediante la práctica del yoga. Esa perfección se caracteriza por la habilidad que tiene uno de ver el Ser mediante la mente pura, y de disfrutar y regocijarse en el Ser. En ese estado jubiloso, uno se sitúa en medio de una felicidad trascendental ilimitada, que se llega a experimentar a través de los sentidos trascendentales. Establecido así, uno nunca se aparta de la verdad, y al conseguir esto, piensa que no hay nada mejor. Al uno situarse en esa posición nunca se desconcierta, ni siquiera en medio de la mayor de las dificultades. Esto es en verdad estar libre de hecho de todos los sufrimientos que surgen del contacto material”.
Ese yoga debe realizarse en un lugar apartado y santificado, según se prescribe en la Bhagavad-gita (6.11-12):
sucau dese pratisthapya sthiram asanam atmanah
naty-ucchritam nati-nicam cailajina-kusottaram
tatraikagram manah krtva yata-cittendriya-kriyah
upavisyasane yunjyad yogam atma-visuddhaye
“Para practicar yoga, uno debe irse a un lugar apartado, poner hierba kusa en el suelo, y luego cubrirla con una piel de venado y una tela suave. El asiento no debe ser ni demasiado alto ni demasiado bajo, y debe encontrarse en un lugar sagrado. El yogi debe entonces sentarse en él muy firmemente y practicar yoga, para purificar el corazón mediante el control de la mente, de los sentidos y de las actividades, y fijando la mente en un punto”.
Sucau dese indica que uno debe encontrar un lugar santificado, de preferencia cerca de un cuerpo de agua sagrado. Los yoga-sutras dicen que el lugar debe estar lejos de donde se unen dos caminos. En otras palabras, debe ser un lugar sagrado apartado.
¿Pero puede la gente común realmente cumplir con las condiciones para la correcta ejecución del sistema de astanga-yoga? ¿Qué esperanza hay para nosotros?
Pues bien, hay esperanzas.
Más adelante, la Bhagavad-gita dice: satatam kirtayanto mam: siempre debemos realizar kirtana, o glorificación, de Krishna. Satatam significa “siempre”, kirtana significa “cantar”, y mam significa “acerca de Mí” —acerca de Krishna, que es quien está hablando—. Podemos cantar el nombre de Krishna, como hacemos al cantar el maha-mantra Hare Krishna, o podemos glorificar la forma, las cualidades, o los pasatiempos de Krishna. Es decir kirtana.
Por lo general, el objetivo de la meditación de un yogi es la forma de Visnu en el corazón —una de las formas ilimitadas, y expansiones destacadas de Krishna—. Dhyanavasthita-tad gatena manasa pasyanti yam yoginah: Es Él a quien los yogis ven cuando fijan la mente en trance meditativo (SB 12.13.1). Él es el objetivo del yoga, y ese mismo objetivo puede lograrse mediante el canto.
El canto se recomienda especialmente para la era actual. El sistema védico recomienda diferentes procesos de autorrealización para diferentes eras y diferentes circunstancias. En la era actual el proceso recomendado es el canto de los santos nombres:
harer nama harer nama
harer namaiva kevalam
kalau nasty eva nasty eva
nasty eva gatir anyatha
“En la era actual que vivimos canten los santos nombres, canten los santos nombres, canten los santos nombres del Señor Hari [Krishna]. No hay otra manera, no hay otra manera, no hay otra manera de alcanzar la perfección”. (Brhan-naradiya Purana 38.126)
Ahora bien, esta frase “no hay otra manera” puede evocar asociaciones con frases tales como “Jesús es el único camino”. Pero en este contexto “Krishna” es sólo uno de los nombres de Dios, y la conciencia de Krishna no es sectaria. Dios es ilimitado, y Él tiene ilimitados nombres en diferentes idiomas y culturas.
Encontramos que prácticamente en todas las tradiciones religiosas principales, los practicantes cantan el nombre de Dios. E históricamente, esta práctica ha sido muy importante, sobre todo en las escuelas místicas de diversas tradiciones religiosas. Se encuentra en el cristianismo, en el Islam, en el budismo, así como en otras tradiciones. No somos sectarios, no decimos: “Se debe cantar sólo ‘Krishna’, y no ‘Jesús’ o ‘Allah’. Dios es absoluto, y en la plataforma absoluta cualquier nombre que describe a Dios es tan bueno como cualquier otro.
En un sentido, Dios no tiene nombre, porque Él es trascendental; pero al tener formas, cualidades, pasatiempos y compañeros, se Le puede nombrar de acuerdo a Sus atributos y relaciones. Cuando estuve en Pakistán me topé con un libro de los noventa y nueve nombres de Alá, que me recordó el texto en sánscrito Visnu-sahasra-nama, “Los mil nombres de Visnu”. Eran muy similares, por ejemplo, uno de los nombres de Alá, es Habib. Habib significa “amigo”, y en sánscrito tenemos bandhu, amigo —dina-bandhu, loka-bandhu—, porque Dios es el amigo de los afligidos y de todos los seres vivientes. Así que las palabras que describen las formas, cualidades, actividades y relaciones de Dios con Sus devotos pueden aceptarse como nombres de Dios. Y como hemos dicho, como Dios es absoluto, Sus nombres, Sus formas, Sus cualidades y Sus pasatiempos son iguales en la plataforma absoluta.
En el mundo material, o relativo, si tenemos hambre y recitamos “¡Mango, mango, mango!”, sólo por recitar “mango, mango” no se satisfará nuestra hambre, porque la palabra “mango” y el objeto “mango” son diferentes. Sin embargo, en el reino espiritual, o absoluto, el nombre de algo y el objeto en sí son lo mismo. Así que cuando cantamos “Krishna Krishna, Hare Krishna”, Krishna está personalmente presente, bailando en nuestras lenguas. Y debido a que los devotos se relacionan con Krishna, sienten dicha cuando cantan Hare Krishna.
nama cintamanih krsnas
caitanya-rasa-vigrahah
purnah suddho nitya-mukto
’bhinnatvan nama-naminoh
“El santo nombre de Krishna está lleno de bienaventuranza trascendental. Concede todas la bendiciones espirituales, pues es Krishna mismo, el receptáculo de todo placer. El nombre de Krishna es completo, y es la forma de todas las melosidades trascendentales. En ninguna circunstancia es un nombre material, y no es menos poderoso que Krishna mismo. Puesto que el nombre de Krishna no está contaminado por las cualidades materiales, no existe la posibilidad de que se mezcle con maya. El nombre de Krishna es siempre liberado y espiritual; nunca está condicionado por las leyes de la naturaleza material. Eso se debe a que el nombre de Krishna y Krishna mismo son idénticos”. (Padma Purana, Cc Madhya 17.133)
Krishna es plenamente bienaventurado, y cuando nos relacionamos con Él, también nos sentimos dichosos. Cantar continuamente (kirtaniyah sada harih) es el proceso recomendado para la era actual. Así, los devotos cantan siempre que sea posible.
Grandes devotos y eruditos han descrito la manera en que las diferentes etapas en la práctica del canto corresponden a las diferentes etapas de astanga-yoga. El proceso físico del canto es fácil. Cualquier persona con una lengua puede articular los sonidos trascendentales de los santos nombres: Hare Krishna, Hare Krishna, Krishna Krishna, Hare Hare / Hare Rama, Hare Rama, Rama Rama, Hare Hare. Pero además está el aspecto de la calidad. Alguien puede cantar, y su mente puede estar en Hollywood o en las olas del mar. Podemos cantar con la boca, con los labios y con la lengua, pero nuestras mentes pueden estar en cualquier otro lugar. Aún así, el canto es eficaz: el mantra es tan poderoso que incluso si no somos capaces de cantar con atención, la vibración sonora trascendental purificará nuestra mente, y conforme ésta se va purificando, va siendo más fácil para nosotros cantar con atención.
Pero cantar con atención es una práctica seria. La Bhagavad-gita aconseja que de lo que sea y de dondequiera que la mente deambule debido a su naturaleza vacilante, debemos ponerla de nuevo bajo el control del yo. Al principio cuando cantamos, nuestras mentes están sujetas a deambular. En cualquier proceso de meditación, hasta que uno sea muy avanzado la mente divagará; y cuando ésta divaga, hay que ponerla de vuelta bajo control. Pero como hemos dicho, lo bueno del canto es que incluso cuando la mente deambula, el propio canto purifica la conciencia —mientras que en la meditación en silencio, si la mente se distrae, la meditación desaparece—. Pero con el canto, aunque la mente se aleje —por supuesto que esto no es una excusa para permitir que nuestra mente divague—, incluso si la mente se aleja hay beneficio, porque el sonido trascendental de la vibración del mantra entra en el corazón y lo purifica. Así que existe un gran beneficio espiritual en el canto, y puede generar un gran placer.
Al menos por ahora, no somos capaces de cantar veinticuatro horas al día —aunque ese es el objetivo—. No somos como los yogis que pueden sentarse en meditación durante ocho, diez, veinte o treinta horas. Necesitamos ocuparnos de otras cosas, y todas las actividades del bhakti-yogi, del devoto en conciencia de Krishna, están relacionadas con Dios. Escuchamos hablar acerca de Dios, hablamos acerca de Dios, y pensamos en Dios. Adoramos a Dios y oramos a Dios; incluso cocinamos para Dios, preparamos comida vegetariana y se la ofrecemos a Dios en un proceso trascendental; y hablamos a otros acerca de Dios. Por lo que, las mismas actividades que son la causa del cautiverio para las personas comunes, se convierten en la causa de la liberación para los devotos en conciencia de Krishna. Cuando nuestras vidas están dedicadas a la conciencia de Krishna, incluso las actividades que se requieren para mantener el cuerpo y alma juntos — como ganar y gastar dinero, bañarse y vestirse—, pasan a tomar parte del mismo proceso trascendental. Así que la diferencia entre estar enfermo espiritualmente y estar saludable espiritualmente, entre las actividades espirituales y materiales, es muy sutil. Las actividades pueden ser las mismas, sólo la conciencia es diferente. Al actuar en conciencia material lo hacemos para la complacencia de nuestros propios sentidos, de manera limitada o extendida, sin tener en cuenta a Dios. Y al hacerlo en conciencia espiritual nos dedicamos a las mismas actividades, pero para el placer de Dios, en el servicio de Dios.
Nuestro maestro espiritual, Srila Prabhupada, citó el ejemplo de una persona sentada en un avión. Mientras que va leyendo o hablando con el pasajero sentado a su lado, puede sentir como que no ocurriera nada. Pero tan pronto como mira por la ventana, verá: “Oh, hemos recorrido un largo camino. Estábamos allá abajo, y ahora estamos por encima de las nubes. Estamos volando”. Así que es sutil. Estamos sentados aquí hablando, y más tarde comeremos, y puede parecer que hacemos las mismas actividades que se hacen usualmente: reunirse, hablar, tal vez cantar canciones, tal vez bailar, y luego comer. Pero debido a que las hacemos en relación con Dios, como parte del proceso de bhakti-yoga, las mismas actividades que causan el cautiverio y sufrimiento en la vida ordinaria, se convierten en la causa de la liberación y dicha eterna.
Esta es la gran ciencia de la Bhagavad-gita —la ciencia del yoga—. Y en el curso de sus instrucciones en la Bhagavad-gita, el Señor Krishna concluye:
yoginam api sarvesam
mad-gatenantaratmana
sraddhavan bhajate yo mam
sa me yuktatamo matah
“Y de todos los yogis, aquel que tiene una gran fe y que siempre se refugia en Mí, piensa en Mí y Me presta un amoroso servicio trascendental, es el que está más íntimamente unido a Mí por medio del yoga, y es el más elevado de todos. Ésa es Mi opinión.” (Bg 6.47)
Después de describir las diferentes clases de yoga —karma-yoga, jnana-yoga, dhyana-yoga y astanga-yoga—, el Señor Krishna declara: “De todos los yogis, aquel que me venera con amor es el más elevado de todos”. Ese amor por Krishna puede ser despertado mediante la práctica de bhakti-yoga, especialmente mediante el canto, o kirtana.
Os damos las gracias por venir y acompañarnos, por añadir a nuestro placer en cantar y escuchar.
Ahora le pediré a mi hermana espiritual Kausalya dasi que hable. Ella y yo servimos juntos en la India durante muchos años. Ayer por la noche me reuní con ella y su esposo, y conversamos sobre muchos temas: sociología, política, psicología, arte —de todo—, y para prácticamente cada tema del que hablábamos, ya sea ella o su esposo mencionaban citas de la Bhagavad-gita. Así que pensé: “Estas personas tienen profundas realizaciones de la Bhagavad-gita; debemos escucharles”.
Kausalya dasi: La Bhagavad-gita da conocimiento a mi vida, a nuestras vidas, cada día. Nos enseña muchas maneras simples y maravillosas de recordar siempre a Krishna. Krishna dice: “Yo soy el sabor del agua”. Anoche estábamos sentados bebiendo agua, y de alguna manera surgió el punto de que simplemente por beber agua uno puede recordar a Krishna. Krishna dice: “Yo soy la luz del sol y de la luna”. Así que simplemente por mirar al sol y la luna uno puede recordar a Krishna. Y Él dice: “Entre las bestias, Yo soy el león”. Tenemos tres gatos callejeros viviendo con nosotros; así que cada vez que miro a mis pequeños gatitos pienso en Krishna. Es interesante cómo en la vida cotidiana la Bhagavad-gita puede hacernos recordar constantemente a Dios de maneras sencillas y profundas.
Otra cosa de la que hablamos fue de cómo a veces como seres humanos nos vemos atrapados en la forma y la función. Los rituales religiosos se convierten en algo muy importante para nosotros. Entonces recordé la instrucción de Krishna en la Bhagavad-gita, donde al final dice: “Abandona todas las variedades de religiones y tan sólo entrégate a Mí”. Así que siempre se trata de la entrega a Krishna, sea lo que uno haga, o diga —todo, cada acción, cada actividad, tiene que ser con entrega—.
Otras cosa de la que hablamos fue sobre cómo Krishna nos recuerda: “Tienes el derecho y el deber de actuar, pero no tienes derecho a los frutos de la acción”. Muchas veces, sea en los negocios o en la vida, nos apegamos a un determinado resultado. En la vida, deseamos que ésta ocurra como nos gustaría, queremos que sucedan cosas muy específicas, y nos centramos y apegamos mucho, pero en última instancia no depende de nosotros. Nosotros no somos los hacedores; no somos los que hacemos que se produzca el resultado. Entregar a Dios todo lo que haces a diario y la capacidad de simplemente dejar que las cosas se desenvuelvan como Dios quiere, es una de las lecciones que aprendí de la Bhagavad-gita, porque más que nada Krishna dice: “Permanece sin ataduras; permanece desapegado”. Es una lección muy sencilla, pero muy difícil de aprender. Como seres humanos, nos apegamos mucho a todo; nos apegamos a los frutos de nuestras actividades; nos apegamos a un resultado feliz, o lo que fuera. El desapego, para mí, es una lección importante de la Gita.
Giriraj Swami: ¿Cuándo fue tu primer contacto con la Gita?
Kausalya dasi: En realidad empecé a leer la Bhagavad-gita antes de conocer a Srila Prabhupada. Yo tenía unos catorce años, y lo primero que leí fue un pequeño libro de la Misión Ramakrishna llamado Así habló Sri Krishna. Tenía breves citas de la Bhagavad-gita. Yo estaba totalmente absorta en el libro y meditaba en sus palabras todo el tiempo. Entonces yo era hippie y experimentaba con muchas drogas psicodélicas. Cuando tenía unos dieciséis años, decidí trasladarme a Hawai para poder concentrarme totalmente en yoga, en meditación trascendental. No la TM per se, porque nunca tomé esa iniciación, sino meditación a mi manera. También había tenido contacto con el disco Hare Krishna que Prabhupada había grabado, su primer álbum en el año 66. Prabhupada cantaba en él, y yo solía escuchar ese mantra Hare Krishna todo el tiempo. Fui a Hawai, porque sentía que en Laguna Beach, donde había estado viviendo, había mucha gente alrededor. Necesitaba estar sola, así que volé a Hawai, puse un pequeño cobertizo en la playa, y estuve meditando, cantando, orando y deseando poder encontrar un guru, porque sabía que necesitaba dirección.
Así que estaba sentada allí en la playa, y un volante en el aire aterrizó en mi pierna, que decía: “A. C. Bhaktivedanta Swami hablará en Sunset Point acerca de la Bhagavad-gita”. Bueno, yo tenía mi pequeña Bhagavad-gita conmigo; no recuerdo de que edición provenía. No era de Prabhupada; la suya no había salido todavía —la que tiene la cubierta de color púrpura y la imagen del Señor Visnu—. Entonces pensé: “Oh, Dios, ¿qué día es hoy?”, porque no lo sabía. Caminé al centro y le pregunté a alguien, y era ese día. Así que fui a Sunset Point haciendo autostop, y ahí estaba Prabhupada sentado en una especie de pequeña mesa con una tela Madrás sobre ella y un armonio frente a él, debajo de una palmera. Kartikeya le abanicaba, y Govinda dasi y Gaurasundara estaban allí. Y eso era todo: tres devotos y unos cuantos hippies. Entonces me senté y le escuché cantar y hablar, y aprendí mucho de él.
Luego le hice algunas preguntas acerca de la Bhagavad-gita. Abrí mi libro y dije: “En mi Bhagavad-gita dice que…”, bla, bla, bla. No puedo recordar lo que le pregunté, pero él dijo: “Me gustaría hablar contigo. Ven a mi casa”. Así que me subí en la parte trasera de la camioneta, y todo el tiempo fui mirándole la cabeza. Gaurasundara y Prabhupada estaban en la cabina delantera, y yo iba en la parte posterior con Kartikeya y Govinda dasi. Prabhupada estaba en el extremo del asiento, y su cabeza tenía un resplandor dorado. Y pensé: “Es un hombre de quien puedo aprender mucho”.
Al llegar, entré en la casa y Govinda dasi me dijo: “Toma asiento, y podrás hablar con él en cuanto esté libre”. Lo vi caminar por el pasillo hasta su habitación. Me senté, y después de un par de minutos me puse impaciente y me dije: “Él me invitó, ¿por qué ella me ha dicho que tengo que esperar?”. Me estaba sintiendo… Y pensé: “Voy a ir y hablar con él. Él dijo que quería hablar conmigo”.
Caminé por el pasillo y llamé a su puerta, y la puerta se abrió de golpe, porque no estaba cerrada. Él dijo: “Adelante, adelante”. Entré y me senté, y empezamos a hablar sobre la Bhagavad-gita. Luego Govinda dasi llevó una bandeja de caña de azúcar, y me dijo: “¿Qué estás haciendo aquí?”. Ella le había preparado un pequeño aperitivo, y había pensado que él tomaría su prasada y luego me dejaría entrar para verlo. Pero Prabhupada dijo: “No, no; puede quedarse”. Así que ella cerró la puerta, nos sentamos y Prabhupada me mostró cómo comer caña de azúcar. En aquellos días yo era hippie, y primero le dije: “Yo no tomo azúcar”. Él respondió: “Oh, pero ésta es natural; crece al lado de la carretera”. “Bueno, entonces está bien”. Luego dijo: “Y además, no se come todo”. Luego me mostró cómo masticarla y succionar el jugo. Así que estuvimos allí sentados, masticando caña de azúcar, poniendo la pulpa en el plato y hablando sobre la Bhagavad-gita. Luego sacó su libro, el color púrpura, de la estantería y dijo: “Acabo de publicarlo”. Me lo mostró y después dijo: “Y ahora, ¿qué es lo que dice tu Bhagavad-gita?”. Y le dije. . . No lo recuerdo —me siento un poco avergonzada por no recordar el pasaje del que hablamos—, pero le dije lo que decía, y entonces él me leyó del suyo y me dijo: “El mío es mucho mejor”.
Y con ello comenzó mi relación con Srila Prabhupada. Yo había estado absorbiendo la Bhagavad-gita desde que tenía catorce años, y conocí a Prabhupada cuando tenía dieciséis. Aunque me sentí atraída por la Gita desde el principio, y aunque he leído muchas ediciones a lo largo de los años, puedo decir honestamente que la Bhagavad-gita tal como es de Srila Prabhupada supera a todas ellas.
Hare Krishna.
Devoto: ¿Le preguntaste a Srila Prabhupada si podía ver a Krishna?
Kausalya: Sí. Me siento avergonzada, yo había estado meditando y tomando LSD. (Chicos, ¡no se hagas ideas!) Le dije a Prabhupada: “Cuando tomo LSD, veo a Krishna”. Y él dijo: “Ves a Krishna porque Krishna te ama y quiere mostrarte su favor —no debido al LSD—”. Luego añadió: “Prométeme que ya no lo tomarás”. Y le respondí: “No puedo hacer eso ahora mismo; es mi sacramento”. Estoy segura de que a algunas de las personas mayores aquí que esto les suena familiar. Le dije: “No puedo hacer eso ahora mismo”. Y después me dijo: “Bien, ¿vendrías a quedarte aquí? Me gustaría que te quedes, pero. . . sólo hay dos dormitorios, y uno es mío, Kartikeya está durmiendo en la sala de estar, y Govinda dasi y Gaurasundara tienen el suyo. Pero por favor regresa”.
Así que tuvimos un maravilloso intercambio y luego continué mi camino. Hice autostop de regreso a mi pequeño lugar en la playa, y tuve experiencias y realizaciones continuas. Una de ella fue sobre acintya-bhedabheda-tattva, aunque en ese momento yo no conocía estas palabras. Se trataba de que Dios es simultáneamente uno y diferente.
Pasó un mes, y no podía conseguir sacar a Prabhupada de mi mente. Era como si de repente todo careciera de sentido. Él estaba allí en mi corazón; había ganado mi corazón. Llamé a mis amigos en Laguna y les dije: “Conocí a un swami, que es simplemente increíble, pero no tengo idea de cómo encontrarlo. Fui a verlo en la parte de atrás de una camioneta, y ni siquiera sé dónde fui”. Estaba despistada, debo decir. Me preguntaron: “¿Cómo se llama?” y contesté: “Bhaktivedanta Swami” Y dijeron: “¿Estás bromeando? Hemos encontrado un templo que acaban de abrir en Los Ángeles, y vamos allí a la fiesta que hacen los domingos”. Así que tomé un avión y regresé, y eso fue todo.
Una última nota. Cuando llegué, Prabhupada no estaba Los Ángeles; iba a llegar en unas dos semanas. Dayananda me recogió del aeropuerto, y me vistieron con un sari. En el templo, cuando Prabhupada llegaba nos arrodillábamos a lo largo de un trayecto, y en su recorrido él nos daba palmadas en la cabeza. Así que yo estaba de rodillas, y tenía la cabeza esperando mi palmadita, pero no pude resistirme. Miré hacia arriba, y él me miró y dijo: “Yo te conocí en Hawai. Ven a mi apartamento y hablaremos”. Y así lo hicimos.
Me gustaría contar una historia, ya que incluye uno de los intercambios más dulces. Tuvimos muchos intercambios maravillosos. En la India, el grupo era muy íntimo; éramos pocos, sólo cinco devotas y menos de quince devotos. Y viajábamos mucho.
Prabhupada era muy protector y afectuoso, y trataba de enseñarnos de todo —y cómo comportarnos—. En una ocasión, organicé un programa de pandal en Jaipur e hice arreglos para que Prabhupada viviera en el templo de Govindaji. Un día fui a su habitación y le dije: “Prabhupada, tiene que salir fuera. El cielo está lleno de cometas; es hermoso”. Él dijo: “Oh, es la temporada de vuelo de cometas”. Yo no sabía que había una temporada de vuelo de cometas, pero en la India por lo visto existe. Me preguntó: “¿Hoy vas a volar cometas?”. Le dije que no iba a hacerlo. “Puedes hacerlo”, dijo. “Cuando era joven solía volar cometas con mi hermana, sólo que su cometa siempre volaba más alto que la mía. Así que un día hice trampa, subí al techo de nuestra casa, y mi cometa voló más alto que la suya. Entonces ella comenzó a llamar: “¡Govinda! ¡Govinda! ¡Govinda!”, y su cometa voló más alto que la mía. Incluso en nuestra infancia siempre recordábamos a Krishna”.
Ese constante recuerdo de Krishna, como se aconseja en la Bhagavad-gita, es la perfección del yoga.
¡Hare Krishna!
[Programa con profesores de yoga, estudiantes ydevotos, 21 de mayo de 2005, Imperial Beach, San Diego]